El carnaval de los espíritus de Mario Suárez Simich
El carnaval de los espíritus (Lima, Altazor, 2021) de Mario Suárez Simich es una admirable novela policial que, desde este subgénero, se enlaza con otros, específicamente, con el histórico (tándem que ya el autor había ensayado en su primera novela El paraíso del arcángel San Miguel, Naylamp, 2003). Inmersa en los recursos de la novela negra y del neopolicial latinoamericano, ambientada en una Lima de finales de los años 30 del siglo pasado, en el marco del campeonato sudamericano de fútbol de 1939 y del inmediato carnaval, a través del detective del Cuerpo de Investigación y Vigilancia Alberto Kisich -eventual y transitoriamente convertido en detective privado- cumple, en principio, con el requisito del crimen por resolver, pero deviene -se complejiza en realidad- con las conspiraciones políticas del Perú bajo el mandato de Benavides. Simich maneja exitosamente el suspense para presentarnos un relato que progresa desde el confuso suicidio de un empresario italiano (Filomeno Bianco) a manos de una confabulación entre ambiciosos empresarios y la participación de un astuto estafador -que hace las veces de médium-, hasta el develamiento del golpe de Estado a Benavides fallidamente encabezado por el ministro Rodríguez y compañía.
Nos ofrece una detallada reconstrucción de la sociedad peruana -si bien el centro de Lima y alrededores son el eje central, las menciones a otros espacios tanto de la misma ciudad, así como del país y del orbe son frecuentes-, la pasión por el fútbol (el caso se inicia con una relación tangencial que es la muerte del italiano, cuya amante, Raquel, resulta amiga de la novia de Víctor Bielich, delantero de la selección peruana, amigo de Kisich), lo popular criollo, las diferencias sociales, el marcado racismo de las clases pudientes y los arribistas; además de la música y la literatura de la época entre otros fenómenos sociales y expresiones culturales. En medio de una sociedad convulsa por los efectos de los cambios que se avecinan en el mundo, ad portas de la Segunda Guerra Mundial, de la presencia de los fascistas en el Perú y del aprismo, cual ruido de fondo, que terminará siendo determinante en la resolución del caso que investiga Kisich.
Novela en la que no faltan los golpes, secuestros, reglajes, reuniones peligrosas, la femme fatale, etc., pero en el que destaca el aprendizaje del detective, pues, ante todo, Kisich es un miembro del cuerpo policial, y será su superior, Aliaga, quien le ayude a afinar sus capacidades, con ese llamado de las entrañas que todo buen investigador, señala, debe sentir y seguir. No obstante, Kisich no es un personaje unidimensional, pues asistimos a su vida cotidiana, a sus afectos por la joven Lucía, sus visitas a la quinta donde reside, en medio del carnaval de vida que significa lo popular y sus expresiones; al recuerdo de su infancia en Lima, así como de su primera vida en la Jauja de sus abuelos y de su padre croata. Todo ello a través de un depurado lenguaje, que se percibe tanto en las descripciones, como en el relato directo de los personajes, en el que el que el ingenio juega un rol principal.
Como toda buena novela policial, El carnaval de los espíritus no es solo un relato de crímenes resueltos o no, sino que apunta también a ofrecernos una imagen histórica de la sociedad y, para el caso, de nuestras intrigas palaciegas, pues como se señala al cierre de la novela: “Total, qué es la historia política del Perú sino una larga y sangrienta crónica policial” (294).
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