viernes, 29 de junio de 2012

La muerte se sueña sola de Paul Asto Valdez



La muerte se sueña sola

Paul Asto Valdez
Lima, Vivirsinenterarse, 2012

   Estimados ciber-lectores comparto, en este mi primer post, el comentario de la contraportada escrita para el buen libro de cuentos del buen Paul Asto.




Escribir sobre la muerte cuando se tiene como horizonte el final sorpresivo se inscribe dentro de la estructura narrativa clásica presentación-nudo-desenlace. Es decir, narrar sobre la muerte suele ser, además de un tópico recurrente, un reto para todo escritor. ¿Cómo trascender la mera resolución portentosa? En La muerte se sueña sola, conjunto de cuentos escritos por Paul Asto Valdez, nos encontramos ante una inteligente forma de superar –a través de una narración funcional que acompasa las historias inmersas en ella– este lugar común. Aquí la narración nos permite, nos obliga a detenernos en el proceso que conlleva a la muerte, de tal manera que el lector acompaña los tortuosos recorridos que los angustiados y ansiosos protagonistas realizan a lo largo de sus historias personales. Lo que interesa es el conflicto, la herida, la necesidad de los personajes por hermanarse con la muerte, por ser capaces de otorgarla como única salida a las aporías y/o entropías que sus vidas significan.

Los personajes parecen buscarle un sentido a la muerte. O, más, exactamente han convertido a la muerte misma en el sentido final de todos sus derroteros. Liberadora. Amorosa. Vengativa. El placer no de morir sino de dar la muerte, de demostrarse a sí mismos, a través del viaje de otros, que si existe desdicha y azar en la vida, no lo existe en la muerte. Que esta no es sino la consecuencia necesaria para afrontar la existencia. Consecuencia de los sueños, los pasados, del amor, de los afectos maternos, de la venganza. A través de los relatos de La muerte se sueña sola el lector podrá sentir y entender la muerte como producto ineludible de las pasiones humanas, en muchos casos el fin deseado, el reencuentro con o la única forma de atisbar algo de felicidad, la única forma de expulsar el mal a través de una limpieza no solo moral sino física: la venganza. Aquí, la muerte es siempre una vía de reencuentro con lo que se presume sino la felicidad, cuando menos, la tranquilidad, la paz, quizá, el amor.

Un hombre que sueña y que no puede escapar al sueño (“Yo también la quería”); una mujer que llora lágrimas dulces hasta inundar pueblos y lavar honras (“La hija de la lágrima”); un niño que vuela, como en sueños, y rescata la humanidad de sus congéneres (“Ícaro”); un hombre de pasado vacío que encuentra el amor en el otro mundo y se abandona a él (“El último paradero”), son algunos de los sueños y muertes que pueblan estas páginas. Un libro donde, aunque los personajes intenten evitarlo, la muerte siempre se sueña sola.


Jorge Terán Morveli
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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