La muerte se sueña sola
Paul Asto Valdez
Lima, Vivirsinenterarse,
2012
Escribir sobre
la muerte cuando se tiene como horizonte el final sorpresivo se inscribe dentro
de la estructura narrativa clásica presentación-nudo-desenlace. Es decir,
narrar sobre la muerte suele ser, además de un tópico recurrente, un reto para
todo escritor. ¿Cómo trascender la mera resolución portentosa? En La muerte se sueña sola, conjunto de
cuentos escritos por Paul Asto Valdez, nos encontramos ante una inteligente
forma de superar –a través de una narración funcional que acompasa las
historias inmersas en ella– este lugar común. Aquí la narración nos permite,
nos obliga a detenernos en el proceso que conlleva a la muerte, de tal manera
que el lector acompaña los tortuosos recorridos que los angustiados y ansiosos
protagonistas realizan a lo largo de sus historias personales. Lo que interesa
es el conflicto, la herida, la necesidad de los personajes por hermanarse con
la muerte, por ser capaces de otorgarla como única salida a las aporías y/o
entropías que sus vidas significan.
Los personajes
parecen buscarle un sentido a la muerte. O, más, exactamente han convertido a
la muerte misma en el sentido final de todos sus derroteros. Liberadora.
Amorosa. Vengativa. El placer no de morir sino de dar la muerte, de demostrarse
a sí mismos, a través del viaje de otros, que si existe desdicha y azar en la
vida, no lo existe en la muerte. Que esta no es sino la consecuencia necesaria
para afrontar la existencia. Consecuencia de los sueños, los pasados, del amor,
de los afectos maternos, de la venganza. A través de los relatos de La muerte se sueña sola el lector podrá
sentir y entender la muerte como producto ineludible de las pasiones humanas,
en muchos casos el fin deseado, el reencuentro con o la única forma de atisbar
algo de felicidad, la única forma de expulsar el mal a través de una limpieza
no solo moral sino física: la venganza. Aquí, la muerte es siempre una vía de reencuentro
con lo que se presume sino la felicidad, cuando menos, la tranquilidad, la paz,
quizá, el amor.
Un hombre que
sueña y que no puede escapar al sueño (“Yo también la quería”); una mujer que
llora lágrimas dulces hasta inundar pueblos y lavar honras (“La hija de la
lágrima”); un niño que vuela, como en sueños, y rescata la humanidad de sus
congéneres (“Ícaro”); un hombre de pasado vacío que encuentra el amor en el
otro mundo y se abandona a él (“El último paradero”), son algunos de los sueños
y muertes que pueblan estas páginas. Un libro donde, aunque los personajes
intenten evitarlo, la muerte siempre se sueña sola.
Jorge Terán Morveli
Universidad Nacional
Mayor de San Marcos
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